Correr o no correr: esa
es la cuestión
En los últimos años se ha puesto de moda correr. Pero no es
correr: ser trata de running, y los corredores son runners. Dado que es una
moda en auge, como profesionales sanitarios es importante saber si el running
es saludable, y qué limites puede tener. Pero antes debemos aclarar qué
entendemos por running: ¿es lo mismo que el anticuado footing? ¿o que el
jooging? ¿A partir de que distancia se hace running?
Por footing se entiende correr de manera relajada,
generalmente sin fines competitivos. El jogging consiste en correr distancias
largas a un ritmo moderado y constante, habitualmente también sin afán
competitivo. Sin embargo, el running es un concepto más amplio: es,
sencillamente, correr con regularidad distancias más o menos largas, bien para
finalmente competir o solo por recreo. Lo que convierte a alguien en un runner
no es la distancia, sino la constancia. Es como si se tratase de ser leales a
un credo: el runner no abandona; y si lo hace se siente mal, física y
mentalmente, ya que el running crea adicción. Es casi más importante la forma
de correr, la perseverancia, que el deporte en sí. El running puede, por tanto,
englobar al footing, al jooging, a personas que corren por el campo, a los que
quieren hacer un maratón o a los corredores matutinos. Se trata, en esencia, de
no dejarlo, ni en viajes ni en vacaciones.
Pero
¿qué encuentran los runners en el hecho de correr? Algo valioso debe de ser,
porque es de una moda internacional que abarca un amplio espectro de edades,
aunque habitualmente lo practican personas que han dejado atrás los años de
mayor vigor físico y de mayor rendimiento deportivo. Además de mejorar la forma
física, los corredores señalan los efectos positivos que correr tiene sobre la
mente: correr reduce el estrés, produce bienestar psíquico y así mismo se ha
convertido en una actividad social. Muchos corredores consideran su deporte una
actividad coral, en la que comparten deporte y muchas cosas más. La facilidad
logística.
(basta con ponerse unas zapatillas) y lo económico que resulta correr cierran un círculo que convierte al running en la actividad recreativa de moda en el siglo XXI.
La pregunta sobre las posibles bondades del deporte, en concreto de correr, es habitual en las consultas de Atención Primaria y de otras especialidades médicas. Para hablar de los efectos saludables de correr primero hay que señalar los inconvenientes del sedentarismo, un problema en los países desarrollados asociado a mayor mortalidad, riesgo de diabetes y de enfermedades cardiovasculares. En cuanto a los posibles beneficios de correr, se encuentra el menor riesgo de obesidad, de enfermedad coronaria, de accidente cerebrovascular o de mortalidad por todas las causas. El ejercicio puede aumentar la probabilidad de dejar de fumar, y reducir el estrés, la ansiedad y la depresión.
Pero también hay que hablar de los riesgos, siendo el más
común de ellos las lesiones músculo-esqueléticas. La mioglobinemia subclínica,
la mioglobinuria y la elevación de la creatina quinasa (CPK) son frecuentes
después de un esfuerzo físico, sobre todo si es un ejercicio intenso durante un
largo período de tiempo como, por ejemplo, la carrera de maratón. La
rabdomiólisis puede ocurrir en individuos poco entrenados que realizan un
esfuerzo extremo, y sus complicaciones graves incluyen la insuficiencia renal,
alteraciones de electrolíticas (hiperpotasemia, acidosis metabólica) y hasta el
síndrome compartimental.
En los atletas que participan en eventos de resistencia
aeróbica como maratones, triatlón y ultrafondo, se puede producir hiponatremia.
Finalmente, hay riesgos graves pero mucho menos
comunes, como arritmias cardíacas, parada cardíaca repentina (muerte súbita) o
infarto de miocardio. Estos riesgos se dan en personas con patologías que les
predisponen a ellos.
Los beneficios derivados del ejercicio físico son, en general, mayores que sus riesgos potenciales. La American Heart Association (AHA) y el Consejo de Cardiología Clínica norteamericano publican recomendaciones sobre la actividad física en prevención primaria y secundaria de enfermedad cardiovascular. La actividad física regular se recomienda en los primeros años escolares y durante toda la vida.
Los beneficios derivados del ejercicio físico son, en general, mayores que sus riesgos potenciales. La American Heart Association (AHA) y el Consejo de Cardiología Clínica norteamericano publican recomendaciones sobre la actividad física en prevención primaria y secundaria de enfermedad cardiovascular. La actividad física regular se recomienda en los primeros años escolares y durante toda la vida.
Recomiendan ejercicio de intensidad moderada (por
ejemplo, carrera continua), a casi todas las personas, durante al menos 30
minutos, de cinco a siete días a la semana. Para aquellos que no pueden lograr
esto por cualquier motivo se recomienda una actividad física de intensidad más baja o de duración más corta porque, en
cualquier caso, el ejercicio es preferible al sedentarismo.
Todos los adultos sanos deberían incorporar ejercicio, de
moderado a intenso, en su estilo de vida. Una opción es el ejercicio moderado
(carrera continua) durante 150 minutos semanales, el ejercicio intenso 75
minutos semanales, o bien una combinación equivalente de estas actividades.
Pero, ¿qué ocurre en el caso de personas enfermas y con factores de riesgo
cardiovascular? En pacientes de bajo riesgo y asintomáticos no es preciso una
evaluación médica, pero en aquellos sintomáticos o con alto riesgo, antes de
iniciar el ejercicio es aconsejable una evaluación médica que incluya el
cribado de enfermedad coronaria. La actividad física en personas con
enfermedades establecidas, sean cardiovasculares, tumorales o de otro tipo,
debe estar supervisada por un experto, porque correr puede resultar saludable,
pero no de cualquier manera. En todo caso, los adultos con capacidad de
ejercicio limitada debido a comorbilidad deben mantenerse físicamente activos
al máximo nivel que su estado de salud les permita; incluso un modesto
incremento en el ejercicio se asocia a beneficios para la salud. Por tanto, los
beneficios potenciales del ejercicio sugieren que los médicos deben prescribir
a los pacientes un aumento actividad física, siempre considerando cada caso de
forma individual.
Más allá del deporte, de sus efectos físicos y psíquicos, y
de su repercusión sobre la medicina, lo que es indudable es que el homo sapiens
sapiens, lo que somos, es un animal “cazador y recolector”. Como mamíferos
bípedos, nuestro cuerpo, y por ende nuestra mente, está preparado para correr
largas distancias en busca de una presa y también para trabajar el campo, para
recolectar materias primas que nos permitieran sobrevivir.
Pero nuestro cuerpo incorpora un elemento único: un encéfalo
de 400 gramos, el más grande de todos los mamíferos. Y este encéfalo nos ha
llevado a desarrollar una cultura inaudita, en donde trabajamos con ordenadores
y sentados en sillas durante horas y horas. Para un cazador y recolector, como
el homo sapiens sapiens, nuestra actual forma de vida le resulta cualquier cosa
menos saludable. Tal vez los runners sean sencillamente eso: auténticos homo
sapiens sapiens, personas del siglo XXI a los que la llamada de la naturaleza
les dice: “!corre, corre!”
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